Hace varios años conocí
a Femen por el gran tirón mediático que han tenido y siguen teniendo siempre en
sus acciones políticas, entonces únicamente internacional. Escuché muchas
críticas, de las cuales no entendí la mayoría, pero tras su “acción” en el
Congreso los artículos y las literaturas a favor y en contra de ellas no han
parado, así que yo me voy a apuntar al carro.
Siempre que mucha gente
lee críticas hacia Femen alude a la unidad del movimiento feminista y al tiempo
de excepción en el que vivimos todas y todos en este y en el resto de ámbitos.
Pero en el debate e la unidad, largamente tratado en cualquiera de los ámbitos
políticos, siempre se abre el melón con la típica pero incómoda pregunta: “Unión
sí, pero ¿a qué precio?”.
En mi opinión, el
precio es alto: movimiento neocolonialista, heteronormativista y, encima,
abolicionista. Lo siento, pero yo no creo que sean esas las características que
el movimiento feminista necesite en cualquier lugar del mundo, al menos en el
Estado español.
Además de estas
críticas, opinables y subjetivas, por supuesto, hay dudas sobre cosas muy
graves: el liderazgo vertical desde Ucrania y, la más controvertida de todas,
las dudas sobre su financiación. Su abundancia económica, la promoción pro
parte de Femen de marcas de ropa (interior) e, incluso, de joyas y las jugosas “donaciones”
de un importante magnate estadounidense todavía quedan sobre la mesa, quemando
su credibilidad cada vez más en las militantes feministas no sólo de España
sino también de otros países.
En el artículo de Diagonal*, Brigite Vasallo, integrante
del grupo Red Musulmanas, dice: “Femen no sólo invisibiliza a otros
movimientos, sino que dificulta muchísimo su trabajo sobre el terreno. Mi crítica
principal es que están situadas en un feminismo colonialista, etnocéntrico […]”.
Desde el feminismo (y también desde colectivos LGTBI) se suele pecar mucho de
eurocentrismo, de pensar que nuestros problemas, y, especialmente nuestras
soluciones, son las mismas para cada territorio. Pero no es así y Femen también
ha pecado de eso, y además con arrogancia. Podría extenderme con muchos
ejemplos, pero no hay más que observar la acción del Congreso: dos mujeres
francesas y tan sólo una española (la líder,
Lara Alcázar). ¿Acaso no habría feministas en todo el Estado español dispuestas
a protestar en el Congreso contra la reforma de Gallardón? Quizás no con las
medidas adecuadas.
En relación con la
verticalidad y con el heteronormativismo está el asunto de los cuerpos. No
tengo ningún problema en que enseñen las tetas, es más, ese tipo de acciones me
gustan. Pero, llamadme raro quizás, pero por más fotos y fotos que veo las veo
todas iguales, recién salidas de una, obviamente normativa, pasarela de “modelos”.
¿Dónde están los pelos, las tetas caídas o las gordas? ¿Dónde quedan otros
sujetos: bolleras, putxs, trans, etc.? Que el sujeto político de un movimiento
feminista sea tan reducido hace mella en el mismo movimiento de Femen.
Por el empoderamiento de las y los feministas de cada uno de los pueblos;
por la visibilización de aquellos sujetos diferentes; y por la posibilidad de
que se deje hablar a las trabajadoras sexuales.
* No he encontrado el enlace de este artículo por internet, me refiero a un reportaje del último número del periódico impreso en la sección ''Feminismos''