Un tema interesante tanto en la historia del pensamiento hispano como en su literatura es el gran rápido influjo que tuvo Erasmo de Rotterdam en España, así como en el resto de Europa con diferentes reacciones posterasmistas en cada país.
Erasmo, con influencia en la época del Emperador Carlos V, ha de encuadrarse ya en una Europa con dos grandes movimientos cristianos, que en términos generales podemos llamar actitud católica y actitud protestante. La posición erasmista era, sin duda, una avanzada de la actitud protestante: tendía a un cristianismo interior, sin fórmulas, sin liturgia, sin esplendores de culto. No llegó a proscribir todo pero sí lo consideraba innecesario y sin importancia. El erasmismo sirvió en época de Carlos V para revelar una posibilidad satírica contra el fariseísmo y las prácticas rutinarias de una catolicidad externa, no sólo para los pensadores hispanos, sino también para conseguir una base para la madurez literaria erasmista que se fue desarrollando desde Encina y Gil Vicente hasta el mismo Cervantes. Sin embargo, la reacción triunfante en España, especialmente en la segunda mitad de siglo con el reinado de Felipe II, fue la antierasmista: la cultura católica en España se desenvolvió (arquitectura, escultura, música, poesía, pintura, teatro).
Al morir Erasmo, en 1536, comienzan en España las prohibiciones de sus obras. Nadie sabe cómo hubiera sido España con el triunfo erasmista.
Puede decirse que el predominio erasmista en España abarca unos quince años. Una de las razones de ese triunfo era la actitud de los llamados "alumbrados", quienes tendían a un cristianismo desnudo, sin ritos, a base de conversaciones y lecturas de los Libros Santos y de desprecio por todo lo rutinario y formulario. La actitud de los "alumbrados", llamada de "dejamiento" era bastante heterodoxa, pero estaba falta de la radicalidad y la condena que tiene Erasmo.
Se leía también en los medios cultos de los cabildos de las catedrales. En el fondo eran los frailes y, especialmente los franciscanos, quienes más atacaban la obra de Erasmo, frente al claro secular más inteligente. En el año 1520 se tradujo la Querela pacis de Erasmo por Diego López de Cortegana; y un canónigo de la catedral de Palencia, "el Arcediano del Alcor", Alonso Fernández de Madrid, acaba el traslado del Enquiridión o, manual del caballero cristiano en 1525. Contaba con el favor del arzobispo de Sevilla e inquisidor general Alonso Manrique (muerto en 1538, dos años después que Erasmo) al que va dirigida la versión. En la obra argumenta, bajo el paraguas de San Pablo, que los cristianos lo son, por medio del Espíritu, miembros de su cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo. El texto produjo gran revuelo y la campaña antierasmista ante los peligros de esos textos de los frailes inminentes .
En la sociedad española entera circulaban los textos de Erasmo: desde los más cultos hasta el propio vulgo los había manejado, eso dice en una carta a Erasmo el humanista de Burgos Juan Maldonado, quejándose de los ataques de los frailes, pero celebrando las alabanzas "de los doctos" y hasta la curiosidad y entusiasmo del vulgo, sobre todo de mujeres. Con cartas como esta los humanistas mostraron en estos textos su esperanza de cambiar los "malos pastores".
Aunque ese triunfo erasmista no fue, finalmente, posible, su influjo sobre los autores españoles fue de importancia. Desde Encina y Gil Vicente hasta el mismísimo Cervantes pasando por La vida de Lazarillo de Tormes, Fray Luis de León y, por supuesto, Alfonso de Valdés, al que decían "más erasmista que Erasmo". No obstante, la crítica no está unida en la nómina de autores erasmistas y la polémica está aún pendiente.
La principal influencia a los que se les adjetiva como "erasmistas" es la crítica a la Iglesia de Roma y a sus abusos. En Gil Vicente encontramos una denuncia muy directa a los abusos de Roma y los representantes de la Iglesia Católica, concibiendo la vida con una libertad propia del humanismo del que es precedente. Además, como buen discípulo de Erasmo, aparece en numerosas ocasiones la pintura descarnada de los vicios eclesiásticos y la censura de la Corte de Roma. El Auto da Feira habla de las riquezas acumuladas de Roma; también se encuadran aquí otras obras como la Barca do Inferno o la Barca de la Gloria, en la que el mismo diablo acusa a figuras importantes de pecados por los que deben pagar en el infierno y tiene que ser Cristo, con un gran simbolismo erasmista, quien salve a los condenados.
Fuente: Alborg, J.L., Historia de la literatura española Vol.1, Edad Media y Renacimiento, Madrid, Gredos, 1997
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